Ve otra pregunta/respuesta aleatoria
Comentario sobre el material del Libro V
Jim: En la sesión 75 tratábamos de ayudar a Carla, en vista de su operación quirúrgica en las manos que iban a practicarle en un hospital local. Cuando comenzó el contacto de Ra, las limitaciones artríticas escogidas antes de la encarnación se habían establecido con más fuerza que nunca, y el deseo de Carla de seguir haciendo cosas por los demás, con las manos casi incapaces de realizar las tareas domésticas, perjudicó cada vez más a las articulaciones afectadas por la artritis y agudizó el dolor resultante, lo que hizo necesario una operación para la recuperación a corto plazo. La estabilidad o el éxito de la operación debía depender de la capacidad creciente de Carla para aceptar las limitaciones que se había autoimpuesto antes de la encarnación con el fin de que su focalización pudiera realizarse hacia el interior y para prepararla a la posibilidad de convertirse en canal. Su capacidad para aceptar esas limitaciones hizo que no tuviera que volver a operarse hasta cuatro años después.
Puesto que ha sido una devota cristiana desde su nacimiento, Ra consideró que ciertas oraciones de su Iglesia Episcopal, y de la comunión en particular, podrían ayudarla. El Ritual de Destierro del Pentagrama Menor que habíamos estado utilizando con Ra se llevó a cabo también en su habitación de hospital y en la sala de operaciones. Pero el elemento protector y curativo más importante era el amor, ya fuera manifestado o tácito, pues cualquier ritual, ya sea una oración, la comunión o el Ritual de Destierro del Pentagrama Menor, alerta verdaderamente a las entidades no encarnadas de polaridad positiva y desde su morada pueden proporcionar esa cualidad que reconocemos como amor, para cualquier objetivo deseado. Cada uno de nosotros podía proporcionar también ese amor, en función de nuestro afecto genuino por el otro. A medida que aprendíamos las lecciones del amor en esta ilusión de tercera densidad, aprendíamos también los aspectos básicos de la curación y de la protección.
Carla: En este material hay sorpresas, incluso después de pasados todos estos años. No ha sido hasta este mismo momento (escribimos en 1997) cuando Jim y yo nos hemos dado cuenta de que no habíamos seguido una de las sugerencias de Ra durante aquella experiencia hospitalaria. Los tres estuvimos realizando el Ritual de Destierro dos veces al día: Jim y yo nos acordamos de eso, pero ninguno de los dos recuerda haber leído la misa en ninguna forma. Sencillamente, se nos olvidó. El lector puede imaginar lo que esto significa: ¡olvidar un consejo de Ra! Sé que no fue nuestra intención. Después de 16 años, todo lo que podemos decir es que... ¡tratamos de no meter la pata!
En cuanto al hecho de sostenerme la mano durante la meditación, esa práctica comenzó después de una experiencia particularmente desconcertante durante una de nuestras sesiones públicas de meditación. Estas eran completamente independientes de las sesiones con Ra. Todo el mundo podía venir y comprobar nuestra forma de hacer las cosas. Yo no entraba en trance profundo durante esas sesiones, como ocurría durante las sesiones con Ra, sino que canalizaba desde un estado de trance muy ligero. Sin embargo, ocurrió que, durante el turno de preguntas y respuestas, alguien planteó una pregunta sobre la que yo no tenía ni la más remota idea, y pensé: «Ojalá estuviera canalizando a Ra». Inmediatamente, comencé a abandonar mi cuerpo, lo que NO debía haberse producido bajo ninguna circunstancia, según Ra. La fuente que estaba canalizando, Latwii, simplemente me mantuvo canalizando -probablemente diciendo cosas sin demasiado sentido-, pero eso bastó para que me mantuviera en mi cuerpo. Después de aquella experiencia, alguien, normalmente Jim, ha sostenido siempre mi mano durante las sesiones. Hasta el día de hoy, Jim sostiene mi mano cuando hacemos meditación durante nuestra ofrenda matinal y en todas las sesiones de meditación que ofrecemos. «Más vale prevenir que lamentar», es el cliché aplicable en este caso.
Recuerdo con gran afecto la inmensa fidelidad del amor y la preocupación que Don y Jim me demostraron durante ese periodo. Fue muy duro para ellos verme sufrir así, especialmente para Don. Pero no flaqueó ni retrocedió, sino que sin cesar buscó la forma de protegerme y de ayudarme. Lo mismo podría decirse de Jim, pero creo que la situación era muchísimo más difícil de soportar para Don que para Jim. Jim es una persona sencilla y directa. Para él, las cosas son como son. Me acuerdo de haberle preguntado una vez si todo lo que tenía que decir en esta vida era «sí», «no», o «quizá». «Sí», contestó. Después, tras un momento de reflexión dijo: «No». Y finalmente se decidió a decir: «¡quizá!». Para Don mi dolor era su dolor, pues formábamos verdaderamente un solo ser, en un sentido indescriptible más allá del espacio y del tiempo. El dolor, aunque fuera agudo, no me afectaba demasiado, pero hacía zozobrar a Don. Su preocupación por mí era profunda.
A lo largo de los años y desde el inicio de la canalización, he llegado a apreciar cada vez más la sugerencia de Ra de aceptar plenamente mis limitaciones. Después de mi milagrosa rehabilitación en 1992, me liberé de la silla de ruedas y pude ponerme en posición vertical por primera vez en muchos años. Hace un año pude devolver a Medicare la cama de hospital instalada en la planta baja (todavía me resulta útil una de ellas para dormir, por la noche). Cuando comencé a recuperar la «verticalidad» estaba llena de ideas sobre lo que podría lograr: intenté volver a la universidad para ponerme al día en mi antiguo ámbito de los servicios de bibliotecaria; traté de encontrar trabajo; fui voluntaria en la iglesia, sobrepasando en mucho mi verdadera capacidad de servicio. Y esto se cobró su precio, pues acumulé heridas, un tobillo roto, luxaciones de rodilla y dos operaciones más en las manos. Finalmente, hace cosa de un año, conseguí reducir mi carga de trabajo hasta el punto de permitirme grandes periodos de reposo durante el día. He ido ajustando esa planificación, encontrando maneras de armonizar mis esfuerzos con los de Jim, de cuidarme a mí misma, de hallar cuáles son realmente las prioridades de mi vida. Creo que he llegado al punto de establecer límites al esfuerzo y que he comenzado a cooperar con mi destino.
Respeto totalmente mi elección anterior a la encarnación de tener estas incómodas limitaciones. La experiencia me ha labrado y ha hecho de mí un mejor canal. Continúo alegrándome cuando veo caer pequeñas porciones de mi ego. Mi oración estos días es: «Señor, muéstrame Tus caminos». Todavía tengo mucho trabajo que hacer, siendo tan ignorante como soy. Pero estoy exultante de recorrer el Camino Real.
(Las preguntas y respuestas publicadas por primera vez en el Libro V se muestran con este color de fondo.)
75.22 Interrogador: Bien, entendí mal. Pensé que estabas hablando de alguien más en el grupo de canto. Todo el tiempo que estuvimos hablando, entonces, sólo hablamos del instrumento, ¿Carla? ¿Es esto correcto?
Ra: Soy Ra. Eso es correcto.
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