La Ley del Uno Sesión 96: Pregunta 2

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Comentario sobre el material del Libro V

Jim: Don trabajaba como piloto para Eastern Airlines y tenía su base en Atlanta. Ir y volver de Atlanta le agotaba cada vez más y reducía la cantidad de tiempo disponible para las sesiones de Ra debido a su ausencia y al tiempo que necesitaba para recuperarse de su cansancio cuando estaba en casa. Así, en el otoño de 1982 encontramos una casa cerca del aeropuerto de Atlanta a la que pensamos mudarnos para reducir el tiempo de viaje de Don. Anteriormente había estado habitada por personas que habían traficado con drogas ilegales y que, al parecer, habían tenido numerosas experiencias poco armoniosas dentro de la vivienda que iba a convertirse en nuestro nuevo hogar. Al parecer, estas experiencias desafortunadas de los antiguos inquilinos habían atraído a la casa a elementales y entidades del bajo astral que Carla pudo percibir en cierta medida.

Ella deseaba mucho mudarse a la casa porque le habría ayudado mucho a Don estar tan cerca de su trabajo. Quería comprar una alfombra nueva para sustituir la que estaba sucia o, en su defecto, empezar a limpiarla para liberar la casa de las presencias indeseables, pero las limitaciones de nuestro presupuesto y su artritis lo hicieron imposible. Así se produjo un bloqueo de comunicación del rayo azul en el que, dos días después, mientras ella daba su paseo diario, entró nuestro amigo de quinta densidad negativa y se potenció en sentido mágico hasta que ella fue incapaz de respirar durante unos treinta segundos. Esto simbolizaba su incapacidad para hablar con Don sobre lo que necesitaba la casa. Mantener la calma durante la angustia la ayudó a superarla, y hablar con Don sobre la casa eliminó el bloqueo.

Las preguntas sobre el mal funcionamiento de la grabadora hacen referencia a unos extraños sonidos que salieron de ella unos días después, cuando Carla intentaba grabar algunas de sus canciones para enviárselas a una amiga.

La última parte de esta sesión vuelve a tratar el tema de la casa junto al aeropuerto de Atlanta que iba a convertirse en nuestro nuevo hogar. En nuestras personales y falibles opiniones, es a partir de este punto donde pueden rastrearse las dificultades que finalmente condujeron a la muerte de Don. Cuando regresamos a nuestra casa de Louisville después de ver la que iba a ser nuestra nueva casa en Atlanta, acabábamos de entrar por la puerta principal cuando, de repente, un halcón de al menos metro y medio de envergadura se posó frente a la ventana de la cocina, permaneció unos instantes y luego se alejó volando por encima de las copas de los árboles. Carla y yo tomamos la aparición del halcón como una señal que confirmaba la conveniencia de la casa de Atlanta como nuestro nuevo hogar. Don, sin embargo, no estaba seguro de que el halcón fuera una buena señal, y empezó a dudar de si debíamos mudarnos a la casa después de todo.

Carla: No puedo llegar a expresar cuánto lamenté que el «rancho» de Atlanta del que hablaban aquí no sirviera como vivienda para nosotros. En él, Don estaba a sólo cinco kilómetros del aeropuerto. Era un lugar muy agradable, aunque peculiar en el sentido de que la casa simplemente terminaba sin ninguna pared entre ella y el establo de caballos contiguo. Era menos cara de alquilar que la casa que teníamos en Louisville, el clima era más suave y había espacio suficiente para que Jim se sintiera a sus anchas y tuviera su propio espacio y para que Don y yo hiciéramos lo mismo. Lo que lo frustró fue una actitud muy característica de Don, que imagino que se debía a haber crecido en la depresión. No quería gastarse el dinero en limpiar la casa de verdad. La suciedad del lugar estaba por todas partes, había estado descuidado durante algún tiempo, se quitaba el polvo y se pasaba la aspiradora de vez en cuando, pero las manchas las habían dejado por todas partes, y había una ligera pátina de suciedad incrustada que sólo se podía limpiar con un buen jabón y fregando mucho. La solución más lógica para mí era simplemente sustituir el revestimiento del suelo en toda la zona sucia. Salvo eso, habría bastado con contratar a una buena agencia de limpieza con equipo profesional. Don no quería hacer ninguna de estas cosas.

Cuando el halcón alzó el vuelo y Don lo interpretó como un mal presagio, no hubo más que hablar. Por lo concernía a él, todo había quedado zanjado. En ese momento, como ha señalado Jim, se produjo un rotundo cambio en la paz mental de Don. Estaba más preocupado que nunca por mantener suficiente energía para seguir trabajando como piloto, y sin embargo todo parecía complicarse demasiado. Cuando intentamos comprar la casa de Louisville a su propietario, surgió una discrepancia en torno a la cantidad de 5.000 dólares entre el propietario y Donald, y la compra no se concretó. Así que teníamos que trasladarnos a otra parte, pues el dueño de la propiedad de Louisville la vendió a otro comprador. Finalmente, Don dio el visto bueno a una casa encantadora y bastante cara en la zona del Lago Lanier, a unas 40 millas de pesado tráfico desde el aeropuerto. No habíamos tenido en cuenta que el tráfico en Atlanta es terrible; después de que se celebraran allí las olimpiadas, toda la nación se había dado cuenta de aquello. Y Don tenía que conducir desde el extremo norte, atravesar todo el embotellamiento de tráfico y llegar hasta el extremo sur, donde estaba el aeropuerto. Le costaba más llegar allí desde la casa del lago, que desde Louisville (desde allí sólo había un breve trayecto hasta el aeropuerto; una hora de viaje hasta Atlanta). El trayecto en coche desde el lago era siempre de entre una hora y media a dos horas, debido a los problemas del tráfico. Simplemente, parecía no haber alivio ni solución a nuestros problemas en aquella casa. Todo aquello comenzó a complicarnos las cosas a los tres, que en cierta forma no disponíamos de un lugar que se acoplara a nuestras necesidades.

Si Donald hubiera estado en condiciones normales, habría podido expresar sus diversos temores. Pero Don era Don, un hombre maravilloso, sensato, encantador, divertido y verdaderamente genial, pero también muy particular, que desde bien joven había fingido no tener preferencias y ser un mero observador. Tras su muerte descubrí que había estado desarrollando verdaderos temores de que le dejara por Jim. Pero no me lo comentó, siguiendo con su costumbre de comportarse como si no le pasara nada. Por eso, me sentía tremendamente confusa. Me imaginaba que simplemente estaba preocupado por conseguir el lugar perfecto, y se pasaba las horas muertas leyendo los anuncios del periódico para encontrar un lugar que le pareciera conveniente, pero sin éxito. A partir de ese momento, ya nunca volvimos a encontrar la paz. Y poco a poco, me di cuenta a nivel profundo de que algo grave le pasaba a Don. Comenzó a comportarse de manera muy poco habitual en él, sin querer abandonar mi presencia, hasta el punto de escuchar mis ensayos musicales, de observarme cuando hacía ejercicio, de dormir en mi habitación; en definitiva, todo ese tipo de cosas que normalmente él hubiera desdeñado. No me tomé todas aquellas cosas como algo positivo, pues amaba profundamente al Don irascible e indiferente, y esperaba recuperarle.

Estuve llorando a Donald durante meses cuando todavía estaba vivo, pues cambió rápidamente, hasta el punto de que ya no le reconocía. Aquella fue una época de profunda aflicción para Don y para mí. Jim estaba muy preocupado por nosotros, pero mantenía la estabilidad, mientras que Don y yo traspasábamos rápidamente los límites de la normalidad. Caí en una depresión nerviosa. Solicité ayuda y la encontré en la familia, los amigos y los terapeutas. Así conseguí salir de mi depresión y continuar funcionando a nivel básico. Don también sufrió una depresión nerviosa, pero él rompió con la realidad y se encontró en un lugar donde parecía que nadie, ni siquiera yo, podíamos hacer nada por ayudarle.

(Las preguntas y respuestas publicadas por primera vez en el Libro V se muestran con este color de fondo.)

96.2 Interrogador: ¿Podrías decirme la causa de la disminución de las energías físicas y vitales?

Ra: Soy Ra. Nos hemos visto en la necesidad de examinar las configuraciones mentales del instrumento antes de formular una respuesta, debido a nuestra renuencia a infringir su libre albedrío. Los conceptos relativos a la contemplación espiritual del catalizador personal han sido apreciados por la entidad, así que podemos proceder.

Esta entidad tiene una actitud habitual que es singular; es decir, cuando hay alguna necesidad de acción la entidad acostumbra a analizar el catalizador en términos de servicio y determinar un curso. Hubo una variación muy inusual en esta configuración de actitud cuando este instrumento contempló la morada que va a ser habitada por este grupo.

El instrumento percibió a aquellos elementales y seres de carácter astral de los que hemos hablado. El instrumento deseaba ser útil al obtener el domicilio en cuestión, pero constató que sus instintos reaccionaron ante las presencias no deseadas. La división de la configuración mental se vio incrementada por el continuo catalizador de la falta de control. Si esta entidad hubiera podido empezar a limpiar físicamente la vivienda, la apertura no se habría producido.

Aunque esta entidad intentó una comunicación clara sobre este asunto, y aunque cada uno de los miembros del grupo de apoyo hizo lo mismo, la cantidad de trabajo del rayo azul necesaria para descubrir y comprender la naturaleza del catalizador no se llevó a cabo. Por lo tanto, se produjo una apertura bastante rara para este complejo mente/cuerpo/espíritu, y en esta apertura el que los recibe se movió y realizó lo que puede considerarse la más potente de sus manifestaciones puramente mágicas a este nexo presente, tal como conocen el tiempo.

Es bueno que este instrumento no se distorsione hacia lo que podrías llamar histeria, porque el potencial de este trabajo era tal que si el instrumento hubiera permitido que el miedo fuera mayor que la voluntad de perseverar cuando no podía respirar, cada intento de respiración habría sido aún más casi imposible hasta que se produjera la asfixia, deseada por el que los recibe a su manera. Así, el instrumento hubiera abandonado esta encarnación.

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